Uno de los elementos más característicos de Cristina Fernández es que en cualquier tema que la involucre, la frontera entre lo real y lo construido, entre lo objetivo y lo subjetivo, se rompe sin posibilidad de llegar a un punto claro. No solo por las pasiones que despierta en amigos y enemigos, sino porque sus actuaciones, las de su familia y su grupo de aliados suelen estar al borde de la ley y de las normas; su permanente búsqueda de poder -o de proteger lo que ya ha logrado- la ponen al centro de las discusiones políticas argentinas.
Lo anterior no ocurre porque Cristina sea megalómana, sino que es la estrategia político-comunicacional que ha hecho del kirchnerismo uno de los movimientos políticos más relevantes de la historia argentina. Este movimiento político de izquierda, inorgánico en un principio, pero fortalecido a través de alianzas de mutuo beneficio, comparte con sus primos del Peronismo ser clientelista y enfocado en aprovechar la fuerza de representantes intermedios que le aporten movilización y fuerza política.
En un principio Néstor y hoy Cristina y su hijo Máximo, han logrado dominar este grupo de alianzas a través de una combinación de prebendas, gestión de puestos políticos y una férrea defensa mutua ante agresiones políticas y callejeras
El relato Cristinista
La construcción de Cristina Fernández como ícono político se ha ido dando desde su temprana alianza política con su marido y ha ido agregando nuevos ejes a medida que ella ha conquistado espacios de poder. Como su carrera se ha forjado sobre un movimiento clientelista, cada nueva conquista implica la apertura de nuevas oportunidades para ella y sus socios, pero nuevos flancos que proteger ante enemigos políticos previamente derrotados.
Como Cristina es esencialmente pragmática, ha logrado mantener cuotas de poder importantes, accediendo a diferentes puestos y alianzas, bajo la lógica de que en la medida que pueda presionar a sus aliados y ofrecer su base de apoyo, lo relevante no es el puesto formal, sino las oportunidades que brinda para desarrollar su carrera y la de su grupo.
Para lo anterior, es clave el relato del Cristinismo, que combina la retórica peronista con otros elementos políticos propios de la izquierda argentina. Desde sus aliados, el mensaje combina un extendido relato de cómo los gobiernos de la familia han tenido logros importantes que han mejorado la calidad de vida de los argentinos -especialmente los más pobres-, con un fuerte énfasis en la justicia social y la redistribución.
Junto a ello, el relato tiene un segundo apalancamiento clave: la dignidad. Cristina y el kirchnerismo se han apropiado de este concepto, que destaca que la política no solo es asignación de recursos escasos, sino una forma de afirmar/recuperar la grandeza de Argentina y su pueblo.
Así, cada decisión política es un movimiento en favor del pueblo y cada ataque a ella, es un ataque contra la dignidad del pueblo, ya sea un ataque de sus opositores o una decisión del FMI u otro organismo internacional que busque que el país cumpla sus compromisos.
El tercer eje en que se construye este relato, es la capacidad de movilización de organizaciones y grupos intermedios, como sindicatos, piqueteros o grupos juveniles como la Cámpora. Esta movilización tiene dos ejes: creación y difusión de contenidos pro-Cristina y de ataque a los contrarios (como el grito “qué quilombo se va a armar si tocan a Cristina”) y también generar hitos políticos y culturales a través de marchas, tomas y manifestaciones de fuerza social que permitan transmitir el mensaje de que Cristina es Argentina y viceversa.
El cuarto eje comunicacional político en el que Cristina apoya su influencia es la red de aliados internacionales en América Latina, entre los que se cuentan varios presidentes y ex mandatarios de izquierda, que contribuyen a amplificar el mensaje de que las investigaciones a Cristina y sus aliados buscan minar la agenda progresista de Argentina y representan un retroceso para la democracia.
Un feriado para apoyar a Cristina Fernández
El fallido atentado contra su vida ocurrido hace solo unas semanas, más otras amenazas recibidas, configura un hecho grave. Pero si analizamos el hecho desde lo simbólico, vemos cómo los diferentes ejes comunicacionales se despliegan en su reacción, la de sus cuadros y del aparato de gobierno encabezado por el presidente Alberto Fernández. El objetivo: apoyarla, porque hacerlo es apoyar la democracia y la Argentina, nublando una vez más la frontera entre lo correcto y lo incorrecto, entre lo objetivo y lo subjetivo.
De esta manera, decretar un feriado de emergencia al día siguiente de este episodio, no solo se convirtió en una manifestación de apoyo a una autoridad, sino en una medida de un presidente debilitado que busca evitar que los cuadros que apoyan a la vicepresidenta generen más ruido y provoquen mayores problemas de gobernanza.
Si bien los juicios e investigaciones que se le siguen a Cristina Fernández aún no concluyen, para sus aliados importan poco desde lo formal, porque continuarán manteniéndola como un ícono que une y que les permite mantener espacios de poder.
Articulo escrito por Paul Venturino D, socio y director ejecutivo de Strategika, para el boletín del Observatorio de Asuntos Internacionales de la Universidad Finis Terrae.