Por Claudia Riquelme, Gerente de cuentas
Tras los agitados días que causaron otra ceremonia de aquellas en el Salón Montt-Varas de La Moneda, quedará como tarea de los analistas políticos despejar las razones concretas por las cuales el Presidente Sebastián Piñera se vio en la obligación de realizar el tercer cambio de Gabinete de su segundo período en La Moneda.
Sin embargo, desde la mirada de la comunicación, había evidentes señales de que varios de los secretarios de Estado que dejaron de serlo el lunes 28 de octubre, e incluso algunos que, al menos por esta vez, se salvaron de la aceptación de renuncia, eran y son serios candidatos a ser el rostro visible de la molestia ciudadana con las autoridades.
Claramente, ninguno de ellos pensó que sus frases, en apariencia coloquiales e incluso, para algunos, divertidas e irónicas, iban a provocar sentimientos que llegaron incluso a generar ira en un importante grupo de la sociedad: justo aquel que ahora se expresa en contra de prácticas y costumbres que considera como abuso y maltrato. La tecnología, que hoy permite dejar registro de todo lo que pasa y de viralizarlo hasta el hartazgo, ha sido el gran potenciador que ha convertido una serie de frases desafortunadas en un verdadero boomerang en contra de la autoridad.
Así, mientras un ministro pedía a los trabajadores “madrugar” para aprovechar un precio menor y así evitar pagar el alza del pasaje en el transporte público, otro invitaba “a los románticos” a aprovechar de comprar flores, que habían bajado sus precios en un marco de alzas en los productos de primera necesidad, un tercero pedía “rezar” para que se solucionara la guerra comercial que impacta la economía nacional.
Pero ¿es aceptable que la autoridad de cualquier gobierno, que maneja temas sensibles para la ciudadanía, no tenga en cuenta la forma en la cual hace llegar los mensajes a sus destinatarios? La respuesta es no.
Más allá de cualquier teoría o de las fórmulas que la comunicación estratégica entrega para el manejo de la información que una autoridad entrega a sus públicos, hay un tema de indolencia que no puede ser permitida. Es verdad que, en ese rol, no siempre toca dar “buenas noticias” y que, en la gran mayoría de las veces, la responsabilidad es entregar información que puede afectar el bolsillo, pero también la dignidad de las personas.
El ejercicio de la política requiere de muchas habilidades. Y más cuando es el turno de gobernar. Por ello, uno de los principales ejes de quienes asumen este rol debe ser, siempre, tener el extremo cuidado en la forma de comunicar.
Si bien las peticiones son muchas, diversas y, a veces, inabordables, en términos generales lo que la gente reclama hoy en las calles es un trato digno. Y esto no solo en educación, salud, pensiones o trabajo. También incluye el cómo quienes ejercen la autoridad, sobre todo aquellos quienes fueron elegidos, se dirigen a ellos y la manera en la que hablan de los problemas que los aquejan y la forma de referirse a sus situaciones de mayor vulnerabilidad.
Se habla por estos días de un nuevo pacto social para poder sortear el momento de crisis que vive el país. Es de esperar que este acuerdo también considere los mayores esfuerzos para que nunca más las personas se sientan maltratadas por la indolencia, la ironía o el sarcasmo de una autoridad, sobre todo cuando hay tantos “dolores” en una comunidad resentida por una historia llena de inequidades que, tal vez, es el momento de comenzar a escuchar para poder, al menos, intentar reparar.